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"Movida de la fragilidad humana..."
Sexualidad femenina en los expedientes de la Galicia del Antigo Régimen
En los inicios de este boletín, hace unos meses, te hablaba de las “espontaneadas”, mujeres que se acogían a una figura peculiar del ordenamiento jurídico gallego que les permitía declarar ante las autoridades su embarazo fuera del matrimonio y conseguir, así, protección para ellas y sus criaturas.
De lo que no hablamos tanto en aquel post es de cómo los expedientes en los que se recogía lo acontecido nos cuentan mucho sobre la vida de estas mujeres. Y poco tienen que ver esos relatos con la idea de mujeres encerradas en sus casas hasta anteayer y sometidas a un riguroso control de sus sexualidades, limitadas al matrimonio y el cuidado de los hijos.
En esos expedientes de espontanía, sencillos y que habitualmente no abarcaban más de dos páginas, podemos conocer un poco más historias de vida femeninas que de otro modo, por ser anónimas, se habrían perdido en la bruma de la historia. Sabemos, por ejemplo, dónde vivían las esponteneadas, cuál era su edad y su trabajo o el mes de embarazo en el que se encontraban. Descubrimos, así, que la mayoría eran analfabetas (muy pocas firmaban con su nombre), muchas pobres de solemnidad, tenían una edad media de 25 años y entre ellas abundaban criadas, costureras, tejedoras, lavanderas y hasta se han identificado taberneras y vendedoras de tabaco. En definitiva, mujeres que trabajaban fuera de casa mucho antes de nuestra época, pues estamos hablando sobre todo del siglo XVIII e inicios del XIX. Estos escritos también aportan datos sobre el hombre con el que han mantenido relaciones, “el dañante”, y sobre los hechos acaecidos que dieron lugar al embarazo.
Y es que aunque la mayoría de ellas alegaban ser víctimas de falsas promesas de matrimonio para salvar su respetabilidad, y aunque también hay casos que hoy en día se identificarían como violaciones, en otros relatos las mujeres reconocen abiertamente que se acostaron con desconocidos por puro placer. Antonia González manifiesta que está embarazada de unos siete meses, que su “dañante” se llama Santos y que a él “se sujetó por un deleite carnal”; María Lorena de Villadóniga, vecina de San Andrés de Teixido, dio posada en su casa a un peregrino con el que se acostó de manera libre y movida por su apetito sexual: “En aquella misma noche me solicitó a actos torpes en que movida de fragilidad humana condescendí sin preguntarle por su vecindad, estado y palabra de casamiento”.
Es decir, en estos expedientes, que han estudiado en los últimos años Ángel Arcay, Ana Romero Massía, Miguel García-Fernández y Ofelia Rey encontramos a mujeres anónimas, humildes, cobrando protagonismo en la historia, narrando sus vidas en primera persona y, lo más impactante, mostrando que su sexualidad estaba muy lejos de lo que nos habían contado: en no pocos casos era libre y movida por un deseo del que no nos habían hablado en los libros de historia.