¿Locas o molestas para el patriarcado?
Hoy te cuento el inicio de una investigación que estoy realizando sobre salud mental femenina y control social
Navegaba en las aguas de un archivo de mujeres locas. Así las calificaban entonces. Muchas de ellas solamente querían ver mundo y preparaban maletas que llevaban a ninguna parte. A otras les gustaba el vino, y se embriagaban para olvidar lo que tenían en casa.
Había una a quien el marido había abandonado rumbo a América. “Se muere de celos”, escribían los médicos, como si algo así pudiese describirse en palabras.
Venían de pequeños pueblos y aldeas. Labradoras, criadas, sirviendo a la tierra y al amo.
Firmaban con sus huellas porque nadie les había enseñado a escribir, pero en aquel manicomio encontraron la fuerza para que alguien lo hiciera por ellas. Escribas arrebatadas, de letras sin espacio en servilletas, sobres, periódicos.
“Mis padres están muy lejos y por eso no pueden venir a verme”. “Sacadme de aquí, me pegan”. “¿Cuándo vais a venir a visitarme?”
Los gritos resonaban en papel y yo me preguntaba cómo en aquella sala tan impoluta, tan aséptica, tan absolutamente nueva nadie podía escucharlas.
Apenas un nombre, una edad, un origen. Me pregunto cómo tiene que ser no volver a ver nunca tu casa, dejar de escuchar a los animales por la mañana, no volver a arar el campo de tus abuelos. Voces extrañas en lenguas extrañas, veranos sin verbena e inviernos sin la luz de la lumbre.
Me pregunto si estaban realmente locas o ellas eran las cuerdas.