Abuela con máquina de coser sobre la cabeza
Abuela caminaba, noche cerrada, con la máquina de coser sobre la cabeza. Una colina tras otra, una oscuridad antes de la siguiente. Abuela tenía trece años y se escondía en las fieitas cuando escuchaba un ruido partiendo la madrugada. Cuando se acercaban los grupos de jóvenes de la aldea de al lado, borrachos de vino malo y deseosos de sexo. Cuando un relámpago iluminaba la casa que dejaba atrás y le recordaba que papá no la quería. Abuela me acompañó al colegio hasta que tuve once años. El instituto quedaba al lado de casa. Apenas cinco minutos caminando en línea recta. Pero los dos primeros años, hasta que cumplí los trece, se quedaba mirándome desde la ventana de casa, cuando enfilaba el camino de tierra, hasta que desaparecía de su vista. Aunque llevase sobre la cabeza un gorro de las Spice Girls y no una máquina de coser.